Pese a la amenaza de mal tiempo, Cenicientos pudo celebrar su tradicional comida campestre anual sin mojarse y por ocasiones bajo un estupendo sol. Si la víspera estuvo cayendo agua, y el día postrero sopló un viento endiablado, el domingo de la Nava fue bastante apacible, lo que es sinónimo de un gran número de personas disfrutando de esta entrañable fiesta en el paraje de El Hoyo. Las patatas, paella, chuletas, chorizos y morcillas desprendían su aroma entre la multitud de hogueras, centro de los ranchos en los que se disfrutaba comiendo y bebiendo. Las torrijas, arroz con leche, empanadillas y una excelente leche frita hicieron los postres (la de la Delmi era riquísima). La Nava pone un punto y final pagano a las celebraciones de Semana Santa.
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